Nosotros como parte del Universo también
somos depredadores, y como especie nos alimentamos y respiramos, y como estamos
hechos de una base de carbono, interaccionamos con la atmósfera que
nos rodea y nos oxidamos fácilmente en un intercambio energético constante. Y
es a raíz de este razonamiento y de una definición extraída de internet que
define el proceso: “La respiración aeróbica es un tipo de metabolismo
energético en el que los seres vivos extraen energía de moléculas
orgánicas como la glucosa, por un proceso complejo en donde el carbono queda
oxidado y en el que el aire es el oxidante empleado”; cuando me pongo a
establecer paralelismos con otros procesos energéticos ligados a la medicina. El
cáncer, la artritis, e incluso el coronavirus, anclan sus progresos en un
intercambio energético favorecido por la oxidación celular. Un mecanismo que
sólo puede ser contrarrestado a través de mecanismos antioxidantes y que se van
perdiendo con la edad. Luego sólo podemos confiarnos a los cortafuegos en forma
de medicamentos que impiden la conexión con las proteínas de las células y a remedios varios que interaccionan con los virus y otras estructuras
oxidantes.
Sea como fuere vuelvo a la idea
inicial, todos somos depredadores de energía, y en mayor o menor medida, consumimos
más recursos en función de nuestras necesidades vitales, y parece que no nos importe nada
a nuestro alrededor para conseguirlo, por lo que es paradójico pensar que a nivel
energético hay estructuras tan ínfimas como un coronavirus que nos roba parte
de nuestra energía por el simple hecho de mantener su efímera supervivencia.