Observando
a nuestro alrededor podemos constatar una creciente pasividad en la ciudadanía,
que se transforma en indiferencia, nos quejamos pero no hacemos nada, dejamos
hacer y luego nos indignamos por todo lo malo que se ha hecho. El resultado es
un cúmulo de arbitrariedades y de entornos privilegiados que nos lastra y
repercute en una sociedad cada vez más injusta e insolidaria. Luego surgen los movimientos
de indignados y nos quejamos también de que no cristalizan en propuestas y
acciones concretas, el caso es quejarse y no hacer nada, o quejarse cuando ya
está todo hecho.
Harto
estoy de explicar que la crisis actual no está originada por un exceso de deuda
pública, que en todo caso tiene su origen en el sector privado y en todo lo que
nos endeudamos cuando la cosa iba bien, con una sospechosa y prolongada
política de tipos de interés irrisorios, con burbujas financieras e
inmobiliaria, y con las familias, empresas y entidades bancarias sobreendeudadas,
incluso algunos estados engordaron más de lo necesario. ¿Y alguien decía algo
cuando la cosa iba bien?, muy pocos. Lo malo es que aquí en España la
realidad es todavía más triste, no se decía nada de nuestro crecimiento anómalo y
ahora nos venden esa etapa como un ejemplo de prosperidad. Ánimo Rajoy, además
de ser un triste también eres un iluso, por no decir lo mismo de los que te han
votado deslumbrados por unos cantos de sirena que no pueden cumplirse en este escenario de crisis internacional.