
El
otro día cené con una buena amiga y me comentó que andaban buscando el rastro
de su abuelo muerto tras la Guerra Civil, en su caso fallecido en una cárcel supuestamente
por autolesionarse. ¿Qué decir al respecto? Pregunté si había encontrado
colaboración al intentar recomponer su memoria, pero me dijo que no, y que más
allá de opiniones políticas ella sólo quería saber quién fue y en qué
condiciones murió. Silencios y más silencios que poco a poco logra vencer con
demasiado esfuerzo. Hace ya más tiempo hablaba con otra buena amiga y me
comentaba que su abuelo muerto cuando la guerra estaba todavía desaparecido, y
que en su familia casi nunca habían hablaban del tema porque abordaban el hecho
con vergüenza. Otro ejemplo más que me lleva a pensar que estoy rodeado de
muchos silencios y de que hay muchos más casos de los que aparentemente
aparecen en los medios.
Lo
cierto es que cada vez me siento más involucrado con el asunto de la memoria
histórica, muy a pesar de las personas que recomiendan olvidar el pasado para
no azuzar viejos rencores de la Guerra Civil. Supongo que esas mismas personas
siguen con sus viejos traumas, pero he de advertir que yo no, y espero que mi
generación asuma el reto pendiente de recomponer la memoria histórica de este
país, sin traumas ni politizaciones; porque olvidar no es vivir rodeado de
silencios, olvidar no es mirar hacia el otro lado, olvidar es superar el pasado
y mirar hacia el futuro con esperanza. Así que me sumo a las muchas voces que
reclaman respuestas y hago mía una causa que también pudiera ser la de mi
abuela Carmen.
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