lunes, 24 de octubre de 2011

CULTURA DE PAZ

     No creo en la paz como un hecho cultural o una ideología, tampoco creo en la cultura de la guerra como algo reconocible y cultural. Cierto es que desde Nietzsche han proliferado pensamientos tales como que estamos inmersos en un mundo en guerra o que la paz sólo es el camino para llegar de nuevo a la guerra. Más allá de consideraciones sobre la literalidad de esas palabras y sobre los ámbitos a los que se refiere, ya sea el pensamiento, la filosofía, la moral, la sociedad o el estado, y pudiendo hacer paralelismos con otros ámbitos de la vida como lo económico o lo deportivo, vengo a reclamar de nuevo la atención sobre la necesidad de fomentar comportamientos pacíficos en nuestro entorno más inmediato. Como dice mi admirado Manuel Delgado: “yo soy pacífico, que no pacifista”, pensamiento del que me gusta apropiarme y del que acostumbro a hacer buen uso en mi vida privada procurando no involucrarme en más líos de los necesarios. Otra cosa es que frente a la injusticia, tal y como apunto en la contraportada de un pequeño relato que hice hace algún tiempo y que se llama “El Testamento”, todo autor está obligado a realizar una declaración de guerra frente a ella. De nada nos sirve mantener una posición pasiva y resignada frente a la violencia, las desigualdades o la pobreza.
            Recientemente he leído la noticia de que la banda terrorista ETA abandona definitivamente la actividad armada y es algo de lo que se puede alegrar toda la sociedad española, rencillas aparte, de hecho es un triunfo de todos, dado que cada uno tenemos nuestra responsabilidad en promover que se resuelvan los conflictos de una forma pacífica y civilizada. La violencia nunca está justificada y es un fracaso de toda la sociedad, venga de donde venga, en la educación de nuestros hijos, en la convivencia con nuestra pareja, en nuestra relación con los demás, en los conflictos internos o externos de un país, en la represión de voluntades, en el sometimiento o en la liberación de un territorio, y en todas aquellas intervenciones que degeneran en violencia. Nunca está justificada y es un fracaso de toda la comunidad, ya sea de países, de territorios o de personas. Además hay que exigir mayores esfuerzos, a nuestros gobernantes y a nosotros mismos, y no podemos permanecer indiferentes cuando esta se produce.
            Por suerte o por desgracia, lo de mantener la ilusión de un mundo en guerra ya no es viable ni para la más calenturienta de las mentes, porque el desarrollo de la tecnología nos hace  vulnerables a nuestra propia violencia. Cada día son más factibles herramientas de destrucción masiva y a un menor coste, así que es imposible cerrar todas las puertas y retener todos los medios entre las personas que supuestamente se consideran “responsables”. Así que confiemos en que lleguemos a tiempo de organizar una convivencia pacífica entre todos, y mientras tanto alegrémonos de estar cada vez más cerca de la paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario