domingo, 9 de octubre de 2011

LÍMITES

            No, no me gustan los límites, y nunca me han gustado. Una vez me hicieron un test de inteligencia y me lo tomé a pitorreo, porque no me gusta perder el tiempo ni creo en fronteras absurdas. El resultado fue clarificador, saqué un coeficiente bajísimo y por lo tanto puedo considerarme como un auténtico “tonto”, menos mal que por entonces tenía un expediente brillante y el incidente pasó desapercibido, tanto para el personal académico como para mí, pues no me dejó ninguna secuela psicológica.
Anécdotas aparte, he de insistir en que no me gustan los límites, ni las prohibiciones, aunque puedo entender que se pongan para establecer pautas de comportamiento, que en la práctica pueden y deben ser modificadas, tanto en lo moral, como en lo económico y en lo social. Yo siempre digo que soy un ser amoral, pero no porque no sepa distinguir el bien del mal, sino todo lo contrario, porque se supone que estoy capacitado para obrar según mi propia conciencia sin seguir ninguna moral dominante. En lo social idem de idem, suelo definirme como un ser asocial al que le gusta dejarse querer de cuando en cuando, así que no esperéis nada bueno de mí, ni ninguna enseñanza de provecho, yo siempre “iré a mi aire”.
Todo este preámbulo viene a colación de un nuevo límite que amenaza con convertirse en el nuevo dogma de fe de esta sociedad insulsa e hiperventilada. Es el cuatro por cien de déficit público, que para el que sea ajeno a esta cuestión, mencionarle que este límite viene exigido por ciertos sectores económicos y políticos para contrarrestar la grave crisis de deuda que tienen los Estados, o que dicen que tienen las ya famosas agencias de calificación. Incluso hay algún iluminado que quiere fijar esa cifra en la Constitución como garantía de austeridad. En fin, que puedo entender que se establezca un límite como pauta de sostenibilidad, pero en ningún caso puede convertirse en un obstáculo de políticas sociales o de políticas anticíclicas; porque si la cuestión es poner límites por poner, a mí se me ocurren otros igualmente necesarios, como son los de limitar los beneficios empresariales que no se reinviertan en la propia empresa, la proliferación de la economía sumergida, la evasión de capitales y el crecimiento desmesurado de sectores concretos, muy especialmente de sectores como el financiero y el de la construcción que repercuten gravemente en la economía futura generando una reducción de ingresos y limitaciones sobre el PIB.
Voy a poner un ejemplo cercano de cómo este crecimiento desmedido de algunos sectores ha contribuido al exceso de déficit actual, aunque parezca obvio. En el caso del sector financiero, poco se puede añadir a lo mucho que se ha dicho sobre el origen de esta crisis, porque cuando las cosas iban bien, y se concedían créditos a diestro y siniestro, la economía financiera tiraba del crecimiento aún a sabiendas de que podía generar un sobreendeudamiento futuro, de familias, entidades y empresas, ¿por qué no se limitó también ese crecimiento para evitar que la actividad económica cayera en picado? En el sector de la construcción más de lo mismo, se estima que en el boom de la construcción la contribución de este sector al PIB en España era cercana al 30%, con una repercusión en el empleo de unas dos personas ocupadas por vivienda construida, tanto de forma directa como de forma indirecta, por lo que si realizaban aproximadamente unas ochocientas mil viviendas al año teníamos trabajando en el sector a un millón y medio de personas. Recordar que en el entorno europeo un crecimiento razonable del sector puede estar sobre el 7%, y que el número de viviendas nuevas a crear tienen que ser acordes con las expectativas demográficas, pues bueno, aquí se saltaron todos esos límites y como consecuencia tenemos una contribución negativa al PIB y cerca de un millón y medio de parados más en el sector que se tienen que reciclar porque la construcción está prácticamente muerta, ¿por qué no se limitó también ese crecimiento en la época de bonanza y ahora no tendríamos un déficit tan abultado?
   La economía es cíclica y los excesos se pagan, podemos creer que el período de Aznar fue maravilloso y que la economía funcionaba estupendamente, pero si se analizan los desequilibrios de esos sectores y los efectos diferidos de ese crecimiento desproporcionado, podemos concluir que fue un anticipo de una crisis que tenía que llegar. En cuanto a la austeridad que tanto predican sus correligionarios, pues me río yo de ella, porque podían malgastar todo lo que quisieran que aún podían mantener superávit en las cuentas públicas.
En el exterior, había otros ejemplos de aparente buen gobierno pero de igual crecimiento desmesurado, a los que se ponía como modelo, véase el caso de Irlanda, de Islandia, etc, etc. Entonces las agencias de calificación no decían nada, ni los políticos, ni los economistas, al igual que con el crecimiento exagerado de algunas entidades financieras, supongo que mirarían para otro lado a expensas de beneficiarse también del pastel. Supongo que tampoco dirán mucha cosa de otras economías emergentes que están creciendo extraordinariamente a costa de sobreexplotar determinados sectores de la actividad económica y que ya amenazan con un serio recalentamiento, supongo que ahora sólo verán beneficios y oportunidades de negocio, pero sí nos fijamos bien ya podemos vislumbrar los excesos del futuro. Entonces, ¿habría que limitar ese crecimiento para evitar un nuevo deterioro de las cuentas públicas?, pues no lo sé, yo no soy quién para establecer esos límites, de hecho ya he reconocido sobradamente que no me gustan los límites, en todo caso me gustaría que se fijaran unas pautas de sostenibilidad en las economías que evitaran males mayores.

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