
No
me voy a perder en detalles para descalificar la reforma, creo que ya se
descalifica por sí sola. Me voy a entretener más explicando el contexto en el
que se produce y en las consecuencias que va a tener si se mantiene tal y como
está planteada. Qué decir tiene que arranca en un escenario de cinco millones
de parados, en el que los salarios están cayendo casi a la misma velocidad que
crece el desempleo, por eso no era necesario facilitar una nueva caída de
salarios, porque por desgracia van a seguir cayendo durante un tiempo. A modo
de ejemplo voy a explicar que en mi antiguo despacho me bajaron un quince por
ciento el salario manteniéndome la jornada laboral intacta, y que más tarde me
quisieron despedir alegando pérdidas con doce días por año trabajado dejándole
ocho días para pagarme a cargo del fondo de garantía salarial. Al final tuve
que negociar y conseguí treinta días, pero fue un proceso extremadamente
complicado y engorroso. Ejemplos como el mío hay muchos, incluso peores, yo
aguanté el tipo, otros sin embargo salieron por la puerta con las manos vacías
hartos de que se les hiciera la vida imposible.
Tampoco
voy a entrar a valorar el marco laboral que la reforma propone, lo que me
interesa exponer es que va a servir para que algunos empresarios “limpien” sus
empresas, de trabajadores con sueldos medios y que los vayan sustituyendo por
trabajadores más baratos y con menos derechos. Si es eso lo que pretende la
reforma, entonces que se den por satisfechos nuestros gobernantes, pues van a
conseguir sus objetivos.
Me
niego también a despotricar sobre cada apartado concreto de la reforma, porque
por ejemplo, no es lo mismo veinte días por año trabajado de un sueldo
asqueroso, que diez de un sueldo decente; pero insisto, no me apetece detenerme
en eso ahora, porque lo que me preocupa realmente es dibujar el futuro
desalentador que nos espera a la mayoría de los trabajadores de este país. Y
empiezo a enumerar lo que me produce desánimo, lo primero es que sólo podamos
aspirar a un trabajo de mil euros independientemente de nuestra formación, me
irrita igualmente que tengamos jornadas laborables interminables que nos impidan
conciliar nuestro trabajo y nuestra vida familiar, me sonroja que tengamos
hipotecas altísimas que apenas podemos pagar con los sueldos que nos proponen, me
deprime mucho más que no podamos aspirar a un trabajo estable que nos invite a
mirar el futuro con optimismo, etc., etc., etc. ¿Me quieren decir que van a
desaparecer todas mis preocupaciones con esta reforma laboral?
Motivos
para quejarse hay muchos, y para no hacer nada también, entre tanto algunos
amigos míos, altamente cualificados, se plantean la posibilidad de buscar
mejores perspectivas en otro país. No sé si al final ese será mi caso, tengo el
ejemplo de los padres de mi mujer que emprendieron ese camino y que no les fue
mal, así que esperaré un tiempo y si no veo garantías de futuro tomaré esa
decisión. Mientras tanto, como reza el dicho, “todos a trabajar como chinos”.
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