Asumir nuestros errores es un
proceso difícil y necesario que requiere de autocrítica, no siempre lo hacemos
y acabamos echándole la culpa a los demás de lo que nos pasa. De igual modo, en
el trabajo tendemos a no asumir los errores ajenos como propios, porque es más
fácil exculparnos que admitir nuestra parte de responsabilidad. Yo prefiero no
seguir por ese camino, jamás he hablado mal de un compañero delante del jefe
para esconder mis equivocaciones, y jamás me he atribuido méritos que no me
correspondieran, y aunque tuviera que retomar una faena o un proyecto con
errores enseguida los arrastraba como si yo mismo los hubiera realizado. Lo
importante era avanzar, y avanzar sumando esfuerzos.
Esta
reflexión viene motivada por el profundo hastío que me produce la escena política
española, con especial mención de nuestros nuevos gobernantes, porque más allá
de valoraciones políticas, o de más o menos aciertos, entiendo que no podemos
seguir dando una imagen de mediocridad al conjunto de la sociedad y menos en un
momento de crisis en el que lo fácil es echarle la mierda al que tenemos al lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario