Hace unos días leía un artículo
en un periódico de ámbito nacional que vaticinaba el cierre de la mayoría de grandes centros comerciales de Estados Unidos
en unos quince años. La competencia de plataformas como Amazon, y otro sinfín
de bazares virtuales, provoca un auge creciente del comercio electrónico que hace
innecesario acudir con tanta frecuencia a las tiendas físicas, máxime si esas
plataformas son capaces de servirte el producto directamente en casa y en pocos
días. Hasta El Corte Inglés se anima a competir en España con Amazon y se
compromete a entregar determinados artículos en el exiguo plazo de dos horas.
No
sé cómo va a evolucionar el tema, los expertos recomiendan que dichos centros
se reconviertan en verdaderos centros de ocio para seguir captando la atención
del consumidor, pero aquí en nuestro país dudo que esa voluntad sea suficiente
para mantenerlos con altas cotas de atractivo, y como consecuencia de esa falta
de rentabilidad intuyo que volverá a resurgir el comercio local de los centros
urbanos. De hecho, hace unos años viajaba a la isla de Menorca y me explicaban
que en ese lugar estaban prohibidas las licencias para las grandes superficies
comerciales en aras a no perjudicar la fuerte artesanía del comercio local.
Entonces me pareció una actitud baldía y contracorriente, pero dadas las
circunstancias sobrevenidas, quizás me atrevo a juzgarlo como un acierto a la
hora de preservar el desarrollo del tejido urbano y cultural de ese territorio.
Recuerdo
también mi experiencia universitaria de los años noventa, y como entonces
surgían los primeros grandes centros comerciales en España, en concreto en
Valencia se bautizaba la nueva implantación del Corte Inglés en un megacomplejo
con el peculiar nombre de “Nuevo Centro”, y como a partir de ese tipo de experiencias
crecía la ciudad en torno a grandes “tinglados”, especulación urbanística
incluida, que desde la Universidad sobredimensionaban con la perspectiva de la inevitable
multicentralidad de las grandes ciudades. Por descontado, dicha concentración
del negocio acabó con mis venerados cines de barrio, aparte de problemas
tecnológicos, y se permitió que se aglutinara el ocio en torno a espacios
masivos, los mismos que temen ahora ser sustituidos por unas plataformas comerciales
impersonales. Y no sé, no sé,…, pero ojalá los cambios sean para bien, y nos permitan
recuperar los centros urbanos y esos espacios perdidos, de la plaza cercana, de
los centros multiculturales, del teatro, del patio de colegio, y por supuesto,
de esos cines maravillosos que tanto añoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario