martes, 1 de mayo de 2012

AUSTERIDAD

     He de reconocer que me produce alergia esta palabreja, me recuerda a la mentalidad cicatera de mis abuelos, traumatizados por las miserias y el miedo de épocas pasadas. Con lo que me costó hacerles entender que los tiempos habían cambiado y que merecía más la pena invertir que ahorrar, para que ahora nuestros trasnochados dirigentes europeos incidan todo el día en la misma cantinela, con esa dichosa coletilla de que “no hay que gastar lo que no tenemos”. En fin, que lo mismo me da un aire en una de esas y le tiro una zapatilla al primer tonto que salga por la tele esgrimiendo tal razonamiento, a ver si le doy en la cocorota y reacciona, o cuando menos me libro de tal estúpido aparato.
     Si en el terreno afectivo la austeridad implica una absoluta falta de generosidad emocional, en lo económico implica una ausencia total de visión de futuro, y no sólo en época de crisis, también en cualquier coyuntura, porque es imprescindible invertir a futuro, en educación, en salud, en desarrollo tecnológico, en infraestructuras, en el medio ambiente y en todas aquellas áreas que son dependientes de nuestra generosidad con generaciones venideras. Porque el objetivo no es ahorrar, el objetivo debería ser alcanzar una economía de medios que impida una sobre explotación de nuestros recursos, porque el camino pasa ineludiblemente por optimizar lo que tenemos a través de una constante inversión en desarrollo y eficiencia, y porque no hacerlo sería seguir mirándonos el ombligo de nuestros bolsillos y encerrarnos en una falsa paranoia de riqueza. A tiempo estamos de cambiar esta dinámica, a tiempo estamos de modernizar nuestras estructuras, y por qué no, también nuestra mentalidad.

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