miércoles, 30 de septiembre de 2015

ESPACIOS DE LIBERTAD

     Aprovecho esta entrada del blog para conectar con el final de un relato propio, “El Testamento”, que concluye de la siguiente manera: “No puedo hacer caso de esta maldita conciencia social que nos recuerda lo que somos, que nos condena a ser iguales, a buscar las mismas cosas, que transi­ge con la injusticia y que huye de sí misma. Antes de condenar a cualquiera prefiero pensar en un mundo descontrolado y caótico, de locos sin conciencia, porque al menos, en ese mundo, tendré la garan­tía de que existe vida en alguna parte”. Por entonces, hacia finales de 1998, algún tonto identificó estas frases como una apología de la anarquía, y no como una declaración de guerra contra la injusticia en un sentido completamente Nietzscheano. Pues bien, como reacción a esa mala interpretación y a la perplejidad que me produjo semejante clasificación, me propuse en mi siguiente relato “Transición a la Nada” aproximarme a lo que entiendo como un verdadero espacio de libertad, y para ello os dejo el siguiente fragmento: “Yo reivindico los espacios de transición, porque no tengo fronteras y no quiero tenerlas; yo soy muchas cosas y a la vez ninguna, soy complicado y difuso, necesito expandirme y en ciertas ocasiones reducirme a la nada, encogerme y morir. Quiero espacios de transición para poder recomponer los pedazos que queden de mí en los malos momentos, y así poder reencontrarme conmigo mismo en los demás, porque ellos reflejan todo lo que soy y porque poseen parte de mi ser”.

                Supongo que a estas alturas ya sabéis por donde voy, y sí, parece que hoy en día todo acaba en el debate sobre la procedencia o no del proceso soberanista catalán, en el que no voy a entrar porque lo considero una simple lucha de poder y no comparto ese afán uniformizador demostrado por ambas partes, muy alejado de lo que debería ser un pretendido espacio de libertad. Lo que sí que espero es que las instituciones europeas tomen buena nota de la problemática y sigamos avanzando en una unión política que respete la diversidad de todos, y que propicie espacios de libertad aún a costa de ser víctimas de una cierta indefinición, porque quiero recordar que yo como valenciano tengo más en común con Barcelona que con Madrid, por la lengua y por el Mediterráneo que nos une, y que España no es más que una amalgama de un sinfín de sensibilidades, al igual que Europa, vertebrados por unas tradiciones y una cultura que nos debe unir más que separar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario