jueves, 10 de septiembre de 2015

PIEDRAS

Alguien arroja una piedra en el agua e inmediatamente se produce una propagación de las ondas a través de la superficie del fluido. Luego, con el paso del tiempo y el incremento del radio de la onda generada respecto del foco emisor, va desapareciendo progresivamente su energía hasta desaparecer.
         A veces pienso que vivimos sumergidos en un inmenso océano de injusticia y desigualdad, y con la crisis de los refugiados Sirios vuelve a ponerse de manifiesto, porque más allá del espectáculo mediático que acabará por hastiar también nuestras conciencias, podremos contemplar el horror de la guerra y percibir de inmediato como nuestra dejadez se transforma en una descomunal catástrofe humanitaria, incapaces de reaccionar, hasta el olvido que impone la distancia de los focos de comunicación. Además me niego a participar en el debate sobre nuestra capacidad de acogida y sobre la necesidad de seguir lanzando piedras hacia el país de origen, como si no existiesen bastantes irresponsables dispuestos a seguir alborotando el fluido ensangrentado en el que vivimos inmersos. Y entretanto, algunos también comprarán una pequeña isla a salvo del oleaje, para que no les salpique tanto sufrimiento, incluso podrán sentirse ajenos al problema, como si el ser inmigrante fuese cosa de otros, y no de nuestros padres, o de esos antepasados nuestros que sin duda ninguna llegaron alguna vez a estas tierras para otorgarnos la identidad.

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