Me quedé con
las ganas de profundizar en este tema en la presentación de “El Penefactor”, y
aprovecho esta entrada para hacerlo con más tranquilidad. Todo viene a raíz de
una conversación con un profesor de la UNED, en la que se sorprendía por la
forma de estructurar mis novelas. Le comenté que siempre partía de una trama
filosófica y de una trama narrativa, solapándose ambas hasta que una se diluía en la otra, pero no entendía que hiciera poco esfuerzo en explicar
adecuadamente el discurso filosófico subyacente en mis relatos.
He de observar
que la literatura clásica incorpora dentro de su propio contexto narrativo a la
filosofía, siendo más evidente en unos autores que en otros. De esta manera
podríamos identificar “filosofía” en la obra de Homero, Esquilo, Dante… y
podríamos reconocer “literatura” en la obra de Platon, Kierkegaard, Nietzsche… así
hasta llegar a trazar una frontera difusa entre ambas disciplinas. También he
de precisar que el ideal de todo escritor, filósofo, o poeta es la de
“descubrir el auténtico misterio de las cosas, es decir, el alcanzar la
verdad”, y añado que ese objetivo sólo es abordable desde nuestra limitada
percepción sensorial, porque nuestra realidad, como los fractales, responde a
distintas escalas e irregularidades.
Si Nietzsche apuntaba
a que los límites de la filosofía están en el lenguaje, y si por otra parte Platón,
en el mito de la caverna, diferenciaba claramente el mundo de los sentidos y el
de la razón, sugiero que en ambos casos la percepción del observador, del
lector cultivado, es fundamental para aproximarse a la verdad esbozada por el
autor en su obra. Y tomando como referencia a los cubistas que se empeñaban en
dotar a su pintura de múltiples puntos de vista, a fin de hacer accesible un
discurso más complejo desde una interpretación poliédrica, creo que el mundo de
la literatura debe ser igualmente un reflejo de esa realidad cambiante, donde
es tan importante el significado obtenido a través de la palabra, como aquellas
emociones que nos conectan con lo vivido, de lo que experimentamos y de lo que somos
capaces de reconocer en nosotros mismos y en los demás.
Y a partir de ahí
sólo están las intenciones, de adoctrinar o no, o de aguardar pacientemente la
curiosidad del lector, con ese atrevimiento infinito de hacer suya la obra que
se le brinda, a través de su propia imaginación, y sin olvidar aquello que leí
hace tiempo en un artículo de El País, y es que “el verdadero filósofo, como el
novelista, se dirige a la persona común, no especializada, y aborda en su
filosofía las cuestiones generales que conciernen a esta, que son las de todos”.
Muchas gracias por compartir esta píldora de esencia. No es fácil analizar la génesis de una idea, pero en tus palabras incluso parece sencillo, tienes esa habilidad. Un beso.
ResponderEliminarGracias a ti, sabes que la admiración es mutua, y por eso me he atrevido a dejar un enlace a cosas tuyas en Pinterest. Espero que no te moleste y sigas dejando esas perlas en tu blog. Un beso.
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