Cada día se
hace más necesario dotarse de una red de comunicación, propia o ajena, para
acceder con un producto determinado al gran público, y la literatura, buena o
mala, también participa de esa dinámica. No me quejo por ello, es más, lo
considero una oportunidad para advenedizos como yo, o para esa gente con talento
que todavía está por descubrir. También he de reconocer que me he divertido
mucho en este simulacro de promoción literaria, por la calidad humana de mis
amigos, por lo canalla del mensaje de mi protagonista, por haber conocido a gente
ciertamente interesante por el camino, por la emoción de descubrir la implicación
de la gente que más me quiere, con sus detalles, por ejemplo una tía mía ha
tenido el detalle de donar un libro mío a su biblioteca y ese gesto me ha hecho
el autor más feliz del mundo, o por el entusiasmo de mi pequeño club de “fans”,
penefactores empedernidos que practican el altruismo sexual allá por donde van
desde la más absoluta abnegación. A todos ellos, gracias, por los ánimos
recibidos y por el interés mostrado.
Y ahora me
toca la soledad del proceso creativo, cuando se apagan las luces, y vuelvo a mi
humilde faceta de autor, en la que más cómodo me siento, porque me gusta el enorme
vacío de este blog y el infatigable esfuerzo por recrear historias ajenas.
Vivir y ser vivido, quizás esa sea mi mayor satisfacción.
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