martes, 11 de septiembre de 2012

FRAGMENTOS-TRANSICIÓN A LA NADA 4


     No llego al tren y todo se interpone en mi camino, cada calle que cruzo, los gritos que oigo, los semáforos, las miradas de la gente que me delatan, las risas, las manecillas del reloj que no se detienen, el ridículo, las obras del ayuntamiento, el pavimento levantado, la prudencia, el ir y venir de mujeres escotadas, el murmullo de los niños, los camiones de reparto mal aparcados, y todo aquello que tiene la suficiente fuerza como para distraer mi atención. Descubro fronteras dentro de mi propio mundo, que no son sino barreras en mi instinto de infinito, de alcanzar la nada, pues el todo forma parte de la nada por inabarcable. Me creo una hormiga cruzando fronteras, saltando entre los obstáculos de mi libertad, en un mundo que me pertenece como ser vivo. Salto por las aceras y atravieso las calles arriesgando entre los coches, sorteo a los viandantes y descubro la estación en la lejanía. Llego tarde a la cita con mi amor, y eso es imperdonable, porque quedaré atrapado en un pueblo sin belleza y en un día sin esperanza. Descubro que el tren pasa por delante de mis narices y que se detiene, necesito diez segundos para llegar, se abren las puertas y doy mis últimos pasos. Al fin tengo que entrar saltando para evitar que se cierren las puertas automáticas sobre mis costados.
- ¡Qué justo te ha venido! - me comentan dos señoras asustadas por mi atrevimiento.
- Sí, es que me he dejado las maletas dentro del tren - les explico sin detenerme.
     Consigo palabras de admiración entre los viajeros, que me miran como a un loco.
- ¿No sé de qué se extrañan?, si hoy en día todo el mundo tiene prisa.

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