El Penefactor, bien pudiera
acabar siendo una obra maestra de la literatura universal, aunque con ese
título…, me temo que tendré que resignarme a permanecer escondido en alguna
estantería y a pasar vergüenza cada vez que alguien me pregunta sobre el
argumento de tan disparatado libro.
Bromas
aparte, os explico que estoy recopilando algunas obras paradigmáticas de la
arquitectura contemporánea para mi página personal de Pinterest, y en ese
intento me ha vuelto el cosquilleo que sentía al tomar contacto con muchas de ellas
en la universidad, o cuando años después tenía la oportunidad de contemplarlas
in-situ en alguno de mis viajes. La sensaciones que experimentaba entonces al
recorrerlas son equiparables a la de entrar en un templo religioso, pero sin la
parafernalia del fervor y de la ostentación, con esa mágica envolvente de la
genialidad de sus autores, donde es imposible prescindir de alguna de las partes
sin arruinar el conjunto. Simplicidad y originalidad, con una indudable
aportación a la Historia del Arte y del conocimiento, pienso que son las claves
de su éxito.
Muchos
son los atributos de este tipo de obras, y muy dispar el parecer de la crítica
y del público aficionado, no en vano se suele confundir la espectacularidad de
las formas con la verdadera grandiosidad del proyecto, sin tener en cuenta
otros condicionantes, como el lugar, la economía
de medios disponible, las limitaciones de espacio, las dificultades técnicas, o
las tendencias estéticas que pueden provocar incluso incomprensión en el
momento. Todos esos problemas han de convertirse en virtudes en manos del genio
creador, que los resuelve con solvencia hasta lograr una maravillosa fluidez, la
de unos espacios forjados a base de luz y de sensibilidad que es la base de la
gran Arquitectura.
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