Comienza otra campaña electoral
en España y parece que la capacidad de verborrea de los nuevos candidatos cotiza
como valor al alza, incluso más allá del discurso programático de sus
formaciones políticas. Así que se esperan muchas ocurrencias, un buen puñado de
batallas dialécticas y algunas propuestas imposibles. Mientras tanto los
partidos tradicionales tratarán de aguantar bien el tipo, encajando los golpes
como puedan, porque si la cosa pinta mal, tampoco tendrán reparos en refugiarse
en el miedo para evitar la primera línea del debate.
Hablar
y hablar, ese es un mal de un país que apenas escucha, acostumbrado como está a
la jerarquía como excusa para evitar la confrontación, de esos que imponen sus criterios
desde su atalaya, prepotentes y falsos. Más os valiera emplear tanto vaivén de
carretera en oír a la gente que sufre, y a los que tienen algo que aportar
desde su ingenuidad, como si fuera posible cambiar una sociedad conformada por
gente inmensamente privilegiada.
Hablar
y hablar, también de unos medios de comunicación poco plurales y de unos
empresarios poco respetuosos con la voluntad popular, endogámicos ambos, formadores
de ciudadanos adocenados y sin iniciativa propia, y así nos va, hablan de
futuro y entre todos no somos capaces de retener el talento de la gente que se
marcha del país, ni valorar la titulación universitaria de infinidad de trabajadores,
obligados a maquillar su currículum personal para no ser descartados en una simple
entrevista. En fin, muy triste el panorama que nos espera, pero sigamos
hablando de izquierdas y derechas para distraer nuestra atención.
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